La mayoría de mujeres de mi entorno trabajan fuera de casa y siguen trabajando en casa asumiendo una gran parte de las tareas domésticas, que prácticamente en ningún caso son equitativamente distribuidas. Aun en los casos dónde hay un reparto más justo de éstas, la responsabilidad de la gestión de las tareas la tienen mayoritariamente adjudicada las mujeres. Y esa responsabilidad, implica que cuando las cosas no funcionan las miradas se dirigen hacia el gerente, es decir, hacia ella. Y esta responsabilidad pesa tanto, que tenemos que equilibrar las fuerzas para que la gestión impuesta de lo privado, en la que seremos especialmente juzgadas, también por nosotras mismas, no se resienta por nuestro trabajo público. Las consecuencias que se derivan de asumir este papel de cerebro de la gestión logística de la casa y de la familia, es que te resta posibilidades, o cuanto menos fuerzas, para ejercer ese papel en tu campo profesional. Y así me encuentro con amigas que
La mujer SIGNIFICATIVA en mi vida ha sido y será mi madre. Una mujer sensible, de matices, capaz de captar la esencia en los detalles, de disfrutar de la belleza de las cosas sencillas, cotidianas, y reflejarla a través de pinceladas o de palabras, con un cuadro, un poema o un relato. No era pintora ni poeta, pero a mí me transmitió la necesidad de la literatura y el arte. Una mujer que sabía escuchar y entender los anhelos de los otros, y de una u otra manera, todo el mundo acababa contándole sus penas, y obteniendo el consuelo del que se siente escuchado y aceptado. Sin ser psicóloga, ha resultado ser mi primer referente profesional. Una mujer generosa, que siempre ha puesto a los demás en primer lugar, por eso a cada uno de nosotros nos ha hecho sentirnos los más importantes. Es el espejo que necesitamos para sentirnos seguros y confiar en uno mismo. Si jamás he dudado de que una mujer puede alcanzar todo aquello que se proponga, si jamás he pensado en que la co